lunes, 13 de diciembre de 2010

Un vestido de diseñador


Salimos de la ducha, aún estábamos desnudos y mojados, me sequé rápido pero luego Él me quitó la toalla y terminó de quitarme las gotas que aún me quedaban. Me pasó su toalla para que hiciera lo mismo con Él. Se sentó en la cama y me dijo "trae la caja con tus juguetes". Automáticamente me empezó la risa nerviosa, me fui corriendo al estudio, saqué la caja y las cuerdas y se las llevé. No paraba de reirme. Luego de darle la caja prácticamente me escondí en el espacio al lado de la puerta, donde la pared del baño me ocultaba de su mirada.
Es una sensación extraña. Por supuesto estaba emocionada. ¡Iba a atarme! Tenía muchas ganas que eso sucediera. Y, al mismo tiempo, me daba una cierta vergüenza tener ese deseo, como si fuera una travesura, y entonces sólo se oía mi risita. Me pidió que me quedara de pie al lado de la cama, y eso fue suficiente para calmarme, no tuvo que decir nada más. Es una de las cosas que más me gustaba con Él: esa forma de comunicarnos sin palabras en donde bastaba su presencia y su actitud para que yo le correspondiera poniéndome a su disposición.
Pasó la cuerda por mi nuca y empezó a hacer algunos nudos sobre mi torso, luego la pasó entre mis piernas hacia atrás, cuidando de dejar un nudo exactamente sobre mi clítoris, y siguió con su trabajo a mi espalda. Se movía a mi alrededor mientras pasaba las cuerdas de uno a otro lado. Ambos estábamos en silencio y sólo se escuchaba el roce de las cuerdas entre sí, un continuo siseo que a pesar de su suavidad me llenaba los oídos. Ocasionalmente estiraba la mano con que sostenía una cuerda para que yo la sostuviera unos segundos.
No es fácil describir el placer que yo sentí durante todo ese tiempo. La imagen que tenía en la cabeza era estar en una boutique en manos de un diseñador exclusivo, que tomaba medidas, ponía unos alfileres aquí y allá, y daba algunas puntadas para que su creación quedara perfecta y yo completamente abandonada a su mano. En este caso no sólo estaba creando el vestido, también me estaba creando a mí, a esa que yo era para Él. No se me ocurre una mejor metáfora. Yo sentía, literalmente, que Él me estaba vistiendo, y que yo quedaría como Él lo deseaba.
Al finalizar se alejó un paso y sólo dijo "¡cómo quedaste de bonita!, ve y te miras al espejo". Yo enseguida me fui al baño, me paré frente al espejo y me daba la vuelta a uno y otro lado para mirar cómo habían quedado las cuerdas. Salí de nuevo a la habitación y me dijo "¿cómo te sientes?". Sólo le dije una palabra "vestida". Jugó un poco conmigo y después de un rato, ya cansados, fuimos a la sala a conversar mientras nos fumábamos un cigarrillo. Antes de ir me dijo "quieres quitártela?" refiriéndose a los amarres. Yo negué con la cabeza. Mientras conversábamos no se me quitaba esa sensación de estar vestida, de no necesitar más que esas cuerdas sobre mí para estar cubierta.
Pasó algo más de tiempo y de situaciones, y demasiado rápido para mi gusto dijo "ven te las quito porque tengo que irme pronto". Hubiera querido quedarme así más tiempo, mucho tiempo, así como Él me había vestido, pero de nuevo tuve que oir el sonido de las cuerdas, esta vez para quitarlas de mi cuerpo.

*Este es un relato de un fragmento de un encuentro con mi ex Tutor. Me centro en mis sensaciones al haber sido atada por Él. Omito lo estrictamente sexual porque no es la intención del relato, porque no es mi deseo darlo a conocer y porque hay en la red suficientes blogs que tratan ese aspecto.

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