sábado, 6 de agosto de 2011

"¡Detente! Acaríciala..."


Su esposa está atada en X, lista para los azotes. Koen, sin saber muy bien lo que hace, toma el látigo dispuesto a dejarlo caer sobre su piel. "¡Detente! Acaríciala, tranquilízala, es tu esposa, es la mujer que amas." dice de repente el Dom que han contratado para que los guíe en el camino que inician por el sadomasoquismo. Luego le indica la manera correcta de agarrar el látigo para tener un mayor control sobre el nivel de dolor deseado. Sigue dándole indicaciones: "No tan alto, no sobre los riñones", "No azotes dos veces sobre el mismo lugar", "Si ella dice 'stop' significa que debes parar, y si das un sólo azote más luego de eso, ya no podrán volver a este lugar.". Cada pocos golpes Koen le pregunta a su esposa si está bien. Ella siempre responde de manera afirmativa y le pide que continúe. Al final, luego que han sonado varios restallidos sobre el cuerpo de ella, e incluso algunos gritos de dolor, se detienen, los asistentes le aplauden y los felicitan.

La anterior es una escena de SM Rechter, una película belga de 2009, dirigida por Erik Lamens, que gira alrededor de una pareja que se adentra en experiencias sadomasoquistas para satisfacer los deseos ocultos de ella. Lo que más me atrajo fue que buena parte de las escenas relacionadas con las prácticas de dolor incorporan muestras inmensas de cariño y afecto: Él detiene sus azotes para abrazarla y besarla mientras está atada; se arrodilla frente a ella para darle un beso en la boca estando ella en el cepo, luego de recibir sobre su espalda sendos chorros de cera caliente; sus caricias y besos cuando están fuera de la sesión.

Sé que lo anterior probablemente no sea nada nuevo para personas que conozcan un poco más el mundo del bdsm, pero frente a la sobrecarga de imágenes y relatos de la red, tan llenos de sufrimiento, y frente a los constantes acercamientos de personas de dentro o fuera del bdsm que me preguntan (incluso algunos hasta quieren) si "me gusta que me maltraten", fue una agradable experiencia encontrarme con una visión distinta, sana, afectuosa, donde los niveles de dolor son tan fuertes como los cuidados y atenciones que el Dom le proporciona.

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