domingo, 3 de junio de 2012

Con entrada abierta


Hace poco alguien me decía con cara de sorpresa '¿Tú te imaginas cómo hacía la gente del bdsm para conocerse antes que existiera internet? ¡Yo no me imagino cómo!'
La red nos acerca, nos permite identificar y acercarnos (ambas cosas virtualmente hablando, por supuesto) a otros con gustos o expectativas similares. El anonimato y la confianza de estar en un espacio donde seguramente otros tienen los mismos deseos, las mismas dudas, los mismos miedos, nos facilita expresar cosas que en casi cualquier otra circunstancia nos reservaríamos con recelo y a veces hasta con vergüenza.
Internet abre espacios nuevos, nuevas formas de comunicación. Con enormes ventajas y también con algunos inconvenientes. Es frecuente que en los chats, foros, grupos, tablones de anuncios y demás se generen afectos y desafectos, envueltos todos en un maremágnum de pasiones que deja por el suelo el guión de la más melodramática de las telenovelas. No faltan tampoco los que entran como si les repartieran en la entrada un catálogo para que escogieran a quien se les antoje, o un menú para solicitar los servicios que prefieran.
Supongo que estas y otras situaciones, junto con la búsqueda de gente afín, de tener gente confiable con quien realizar actividades, kinky o no y, por qué no decirlo, a veces también el deseo de destacarse de los demás y sentirse distinto, son las que han generado, por un lado, la aparición de grupos más o menos cerrados en el BDSM y, por otro, algunas actitudes de "yo con 'esos' no me junto".
Aclaro que no estoy exenta de esas sensaciones. De hecho hace algún tiempo, junto con una amiga, nos lanzamos a organizar encuentros informales de gente interesada en la escena, eso sí, dándole rienda suelta a toda mi paranoia. Con el temor de que llegaran personajes convencidos que Amas o sumisas son poco más que 'expendedoras de placer' a disposición de quien sea, o que el encuentro iba a ser poco más que una excusa para conseguir compañeros sexuales, decidí (y pobre mi amiga que me aguantaba, jeje) ser enormemente restrictiva con la convocatoria, invitando sólo unos pocos cada vez, pidiéndoles además absoluta reserva sobre los encuentros, convencida que era la única manera de lograr seguridad.

Hubo hace poco en Bogotá un evento al que me hubiera gustado ir aunque, paradójicamente, del todo opuesto a las restringidas reuniones en que yo me sentía segura. La 'verbena bedesemera' para celebrar el primer año de existencia del grupo BDSM/fetish Colombia en fetlife. La convocatoria era del todo abierta, completamente, era bienvenida cualquier persona, con cualquier preferencia, de cualquier origen, sin restricciones, con plena libertad para los asistentes de decidir si asistían envueltos en látex o simplemente en jeans y camisa, al igual que una no-obligatoriedad del uso del protocolo. No se me ocurre qué agregar para que la invitación pudiera haber sido aún más amplia.
La reunión fue todo un éxito. Lo que me comentan quienes fueron es que se divirtieron mucho, y que no sucedió ninguna de esas situaciones que yo tomaba todas las precauciones para evitar. Esta fue una de esas cosas en la vida que me enseñaron, gratamente, que estaba equivocada, que la vida real no es como internet, que fue gente diversa, algunos con quienes seguramente siento más empatía que con otros, pero en un ambiente tranquilo, divertido, tan abierto como la invitación que se hizo, donde los dramas de la red pasaron a un segundo plano y donde lo importante era reunirse, divertirse, verse, reirse y, bueno, alimentar los sentidos y disfrutar de aquello que cada quien busca en el bdsm.

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