martes, 17 de julio de 2012

La máquina de sumisas


Ayer me encontré con un amigo con quien hace rato no hablaba. Terminamos conversando sobre el cuerpo y los cambios y desplazamientos que la vida contemporánea. Me contó que existe la posibilidad de comprar muñecas de aspecto humano que tienen calor y ademas lubrican. Pero eso no era lo sorprendente. Me contó también que los hombres que tienen estas muñecas tienen lugares de reunión: discotecas en donde sientan a sus "bimbos" de plástico a su lado mientras ellos conversan con los amigos y se toman unos tragos; clubes con piscina donde las muñecas se "asolean" en sillas de playa mientras ellos nadan un rato y se acercan al borde a compartir un whisky, conversar y mirarlas.
Supongo que ese sería el escenario perfecto para muchos. Un objeto que se vea como la mujer ideal, con los ojos, el pelo, la piel, las tetas, la estatura y todo lo demás hecho a pedido. Que no hable, no piense, no actúe y esté siempre con los orificios disponibles, sin que ellos tengan que hacer ningún esfuerzo por ellas más allá de haberlas solicitado con su tarjeta de crédito. La sumisa perfecta(¿?).
Mientras eso sucede, los Amos (y todos los demás) tendrán que entender que las sumisas no son un fetiche. No son como como el zapato inerte que el fetichista lame, besa, toca y con el que se masturba para satisfacerse. No son máquinas expendedoras de placer en las que se insertan monedas de adulación y zalamería hasta que sale sexo por el dispensador. La Dominación/sumisión implica el trabajo de ambas partes. Sí, claro, la sumisa se entrega, pero no da "un regalo" en el sentido de obsequiar algo que el otro igual puede guardar debajo de la cama agarrando polvo hasta que llega el día de la mudanza, en que hay que deshacerse de las cosas que no se usan. La sumisión implica un trabajo conjunto, en que uno y otro ponen de sí, de su tiempo, de su esfuerzo, de sus conocimientos, de sus afectos, en la construcción de un vínculo que los satisface a ambos.

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